Informe
El desempleo juvenil en la Argentina
Por Sofía Salinas
(Morón, 4/7/2020). A través del paso de los años los aspirantes a trabajadores remunerados deben enfrentarse a nuevos desafíos. Como lo fue en el comienzo del siglo XXI, la necesidad de contar con estudios secundarios para acceder a cualquier trabajo, inclusive los no jerárquicos o empresas pequeñas. Hoy, es requisito de la mayoría de empresas, contar con estudios universitarios como base y hasta posgrados e idiomas.
Las preferencias del mercado laboral aumentan, son más estrictas y menos flexibles con el paso del tiempo. Sin embargo, con la oferta laboral no ocurre lo mismo. Ésta es cada vez menor y a la baja para profesionales, se debe sumar la incidencia de la informalidad, ya que el 34% de los trabajadores argentinos está en ésta situación. Si sólo se cuentan a los jóvenes, el porcentaje de informalidad es de un 60%. Es decir que, seis de cada diez jóvenes que trabajan lo hacen de forma precaria.
La oferta laboral existente no sólo es poca, sino también en la mayoría de los casos es informal y se ofrece un salario mínimo o menos, además de las jornadas de trabajo extensas que interfieren con los estudios universitarios debido a la falta de disponibilidad para estudiar o acudir a una universidad. El resultado es, un empleo de más de 8 horas, un salario mínimo o menos, y condiciones indecentes sin ningún tipo de protección social ni legal.
Desde el 2015 hasta la actualidad, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) el desempleo afecta más a los jóvenes que a los adultos. En Argentina es uno de los problemas actuales más importantes y difíciles de resolver. Los profesionales deben enfrentarse a la realidad de que sus estudios, pueden no darles un trabajo y sienten la necesidad de emigrar hacia otro país o conformarse con lo que le ofrecen.
Nada es más concreto que la evidencia: según datos del INDEC, el 19,3% de los jóvenes están desempleados incidiendo sobre el 7,4% de la población general. Es decir, 2 de cada 10 jóvenes argentinos se encuentra sin trabajo y esto duplica y afecta más a los jóvenes que a los adultos. A nivel regional, Argentina es el país con mayor desempleo juvenil.
Sumado a esto, afecta en mayor parte a los provenientes de hogares con menos ingresos, el resultado es que un 26% de estos jóvenes son desempleados mientras que en los hogares con ingresos más altos, un 9% lo son.
Informalidad, distinción de género y condición socioeconómica
La Universidad Católica Argentina (UCA) en un estudio realizado en el año 2019, estima que la mayor concentración de desempleo se da en menores de 34 años y principalmente mujeres. Las causas principales son las siguientes. En primer lugar, como ya se nombró antes: la informalidad, también llamada “trabajo en negro”. En segundo lugar la distinción de género, muchas empresas son muy estrictas a la hora de emplear “sólo mujeres” o “sólo hombres” y esto, acorta las posibilidades de los que buscan trabajo.
Yesica Figueroa tiene 22 años y es estudiante de Administración de Empresas de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLAM), busca trabajo hace dos años pero actualmente está desempleada. “Tuve muchas entrevistas en estos años, las primeras veces iba a todas con ansias y esperanzas de escuchar una buena oferta. Pero ahora, no te voy a mentir, dejé de lado las esperanzas después de escuchar cientos de veces la misma oferta: trabajo en negro, 10 horas por día, con un sueldo de $12000. Si si, $12000”.
Figueroa, esboza una sonrisa acompañada de una risa y acto seguido sus ojos apuntan al techo. Suspira antes de hablar: “Me rio para no llorar. Antes si lloraba, volvía a casa completamente frustrada pensando en abandonar la universidad para poder trabajar, porque de verdad creo que en este momento o haces una cosa o haces la otra”.
Los jóvenes enfrentan una gran desigualdad entre lo que pueden ofrecer a su edad y los requisitos de las empresas. Para muchos trabajos se piden conocimientos técnicos y experiencia laboral que exceden las posibilidades de gran parte de ellos, sumado a que se ofrece un sueldo y condiciones mínimas. De parte de las empresas, hay un abuso por la gran demanda laboral que tienen: no importa cuán bajo sea el sueldo ni las condiciones, alguien va a aceptar la oferta debido a las pocas opciones que hay.
Por su parte, Nicole Lorenzen cuenta su propia experiencia. Tiene 25 años, está preparando su tesis de la carrera Relaciones Públicas y actualmente trabaja en una casa de accesorios para celulares. Está sentada derecha, con las piernas cruzadas y gesticula con sus manos acompañando la entonación de sus palabras. Mira fijamente a los ojos del entrevistador y luego de cada pausa al hablar, sonríe asintiendo con la cabeza.
Todo cambia cuando Lorenzen tiene que hablar de su carrera: “Estudié tanto, para nada”. Agacha la cabeza y se mira las manos, que juegan de forma nerviosa entrelazando los dedos. “Ya no es como antes, antes estudiabas, te recibías y tenías hasta opciones para elegir. No sé, te asegurabas un trabajo en blanco por lo menos… Ahora, no lo sabes. Lo más seguro es que termines trabajando en negro, como yo”.
Difícil es no notar lo dolorosa que es su situación a nivel personal, y refleja algo que viven muchos otros jóvenes. Ya no esboza sonrisas al terminar de hablar. Suspira. Comparte que no realiza la tesis con las mismas ganas ya que no dispone de tiempo, en su trabajo no goza de días de estudio ni cambios de horarios por la cursada.
La estudiante de Relaciones Públicas, mientras mira sus manos afirma: “Es lo que hay”. Tiene que conformarse porque lo necesita. “Si no trabajo, no tengo plata para viajar y poder ir a cursar. Directamente, si me quedo sin trabajo no tengo nada. Mi mamá tiene hijos chiquitos que mantener y yo ya estoy grande para que me den una ayuda. Eso es lo que me dicen. Así que si tengo que descuidar la universidad por el trabajo, lo hago sin pensar, aunque duela”.
La condición socioeconómica es otro factor que influye en el desempleo juvenil. Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) aquellos jóvenes que provengan de situaciones económicas desfavorables tendrán más dificultad para conseguir trabajo. La deserción escolar en algunos sectores de la sociedad hace que haya jóvenes que no cumplan con el requisito mínimo de tener estudios secundarios completos.
En el caso de las personas más jóvenes, es decir, los adolescentes (de 15 a 19 años), la tasa de desempleo es 3 veces más que la del total de la población económicamente activa y 4 veces más que la de los adultos: la tasa es de un 35,5%. Es más grave la situación, si se tiene en cuenta que gran parte de esos jóvenes no sólo están desempleados, sino también que no concurren a ningún espacio de educación formal.
Hoy, otra situación que alarma a la población argentina es la pandemia por el virus COVID-19, que se está sufriendo a nivel global. El virus trae consigo graves consecuencias económicas, no sólo porque conlleva a una imposibilidad de trabajar para mucha gente en relación de dependencia, sino también por las pérdidas económicas que sufren las entidades al no poder abrir sus empresas, negocios o fábricas.
Según un estudio realizado por la consultora Analytica se estima que por la cuarentena, un 64% de los trabajos están en riesgo. Es decir, 12,1 millones de trabajadores pueden perder sus empleos por las políticas para contener la expansión del coronavirus.
Dentro del grupo de riesgo, existe otro denominado de alto riesgo que incluye trabajadores informales, monotributistas y autónomos. Según Analytica, por cada 10% de los 5,5 millones de personas pertenecientes al grupo de alto riesgo que pierda su actividad principal y busque otro empleo, la tasa de desempleo aumentaría 3 puntos porcentuales en un futuro.
También la educación se vería afectada en todos sus niveles incluyendo la universitaria. Las consecuencias que sufrirá debido a la pandemia, se verán reflejadas a futuro en el número de egresados de este año y de los siguientes.
La población argentina está atravesando una crisis a nivel educacional y profesional; un 60% de jóvenes trabajan de forma precaria, 2 de cada 10 jóvenes de las edades comprendidas (de 18 a 34 años) no tienen trabajo, y se suman a los casi 2 millones de adultos mayores de 34 años que están desempleados.
En un futuro cercano se deberá sumar también los puestos de empleo perdidos debido a la pandemia mundial y, de esta manera, el número de desempleo a nivel país acrecentará mucho más.