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FM TEMPLE
La pasión de la radio en un proyecto colaborativo
Por Evelyn Sobrero
(Morón, 5/7/2018). “Perdón, perdón, perdón. Mi jefe me largó tarde”. Mientras recoge su largo pelo cobrizo y se lo ata en una colita alta, apoya su mochila a medio cerrar sobre el piso sin mucho cuidado. Pasos largos, rápidos y atolondrados la llevan hacia la puerta del estudio. Marina Herrera, de veinte años, refleja una realidad frecuente en las radios comunitarias y zonales en las cuales sus colaboradores trabajan para sustentarse y poder pagar el espacio radial. “Es una segunda responsabilidad, no es un segundo trabajo, lo disfruto, llego acá y el cansancio se va. Yo elijo a la radio y ella a mí”, aseguró. Estudiante de Comunicación Social y periodista por vocación es empleada administrativa y todos los viernes conduce un programa de radio en FM Temple 93.3 junto a tres compañeras que se reparten su vida entre el estudio, el trabajo y el amor por la locución.
FM Temple es una emisora barrial ubicada en la calle Alberto Vignes 1550, Haedo, partido de Morón y cuenta con un staff de 35 colaboradores. Debido a su escaso presupuesto sólo se paga los sueldos de los operadores técnicos y los espacios que ocupan los programas son alquilados, donde se prioriza darle lugar a los interesados de las zonas cercanas. La publicidad comercial se basa principalmente de comerciantes del partido de Morón y de la Municipalidad, que es la principal forma de sustento.
La calle Vignes, destacada por su boulevard y paralela a las vías del ferrocarril, hace que se combinen el sonido de los pájaros y la bocina del tren. En una típica postal de barrio, el mediodía genera un clima desolado y sólo circulan algunos pocos vehículos que forman filas para cruzar por el túnel que lo comunica con el lado sur del barrio. Desde la entrada que conecta la calle con el estudio hay que caminar 15 pasos. Una puerta blanca, casi imperceptible para el que no es habitué del lugar, da paso a la sala técnica y al estudio de radio. No faltan los bizcochitos y el mate sobre la mesa del operador. Del otro lado de la “pecera” la situación se repite. Entre risas, cuchicheos y miradas cómplices el reloj marca las 19:00. La cortina musical sube y de repente el compañerismo se apodera del lugar. Guiños y pulgares arriba dan comienzo al programa “La vuelta a casa”.
El estudio de radio es pequeño, unos 3x3 que parecen menos por la falta de iluminación. Algunos paneles despegados, grises y manchados, una luz amarilla tenue, y un silencio simbólicamente acatado son las percepciones que impone este pequeño estudio. Sólo se destaca por la luz la mesa cuadrada de trabajo. En ella 4 micrófonos, una computadora portátil repleta de stickers y un par de papeles resaltados en rosa son los objetos que predominan.
“Acá venimos porque estamos comprometidos, cuidamos a esta radio como si fuera nuestra casa”, comentó Valentina Schneider, una de las columnistas del programa de los viernes por la tarde. Con una sonrisa que irradia una simpatía extrema, la joven periodista de pelo carré desecha la yerba del mate en el único tacho de basura del estudio. Son pocas las personas que comparten el espacio en un mismo momento, no solo por sus dimensiones, sino por la concentración y la dedicación que denota el trabajo con pocos recursos. Al contar con un único operador, que en ocasiones también ocupa el lugar de productor, las tareas son muchas y el personal escaso. Eso sí, ganas sobran. Faltan 10 minutos para terminar.
Auriculares fuera, tanda publicitaria dentro. El operador y productor las espera del otro lado del estudio. Marina Herrera, Valentina Schneider, Micaela Marino y Rocío Carreras cruzan la puerta que las separa de la sala técnica y saben que tienen tres minutos para disfrutar de lo mejor de su trabajo: “Compartir la pasión de la radio en un proyecto colaborativo y participativo, con pares que están dispuestos a ayudarte y hacerte mejor persona y profesional todos los días, es lo mejor de laburar en un medio comunitario”, aseguró el operador del programa Mario Joses, a la vez que todos sus compañeros asienten con una sonrisa en su rostro. Las tandas publicitarias son cortas, no hay muchos auspiciantes, es por eso que tienen que ser rápidos y volver a sus puestos. Dos o tres cuestiones primordiales son comentadas por el operador. “No me gusta nada eso de mandar mensajitos por whatsapp al aire”, se ríe Mario.
En las tandas publicitarias se terminan de definir los detalles más técnicos y las correcciones a las periodistas. Acercarse más al micrófono, hablar más lento, el audio de la entrevista grabada no salió bien, son algunas de las cuestiones que se marcan. “Nos enseñamos entre todos, acá nadie está para acusar con el dedo”, comentó Mario. Al ser el segundo trabajo de muchos, los vínculos son más fuertes y cooperativos. Desde cebar un mate, salvar a un compañero cuando se le olvida una palabra o avisarle que su hijo llamó mientras estaba al aire son algunas de las funciones que mezclan lo laboral y lo personal. Es que en FM Temple nunca se sabe cuándo es una cuestión particular o profesional, el día a día en esta radio genera un vínculo de confianza y un compañerismo que rara vez se ve en los medios masivos de comunicación.